En este último Noticiero del año les hacemos llegar un
bosquejo de las actividades desarrolladas durante la Reunión en
San Luis. Es un placer agradecer a los Conferencistas invitados,
cuya colaboración hizo posible la publicación de las Conferencias
escuchadas durante el encuentro.
Fechas límites para el envío de colaboraciones:
Nota de la Redacción: Lo que sigue es la primera parte de este trabajo. En el próximo número completaremos la publicación del mismo.
El impulso extraordinario que imprimió Rey Pastor a la matemática
argentina en las primeras décadas del siglo pasado fue continuado
por otros matemáticos que se hicieron cargo de su valioso legado,
acrecentando la contribución pionera de Rey y manteniendo el rumbo
del desarrollo científico en la dirección que él mismo había
marcado.
Un lugar prominente entre esos insignes continuadores ocupa la
figura de Luis Antonio Santaló, nacido en España, en 1911, quien
llegó a la Argentina en 1939, obligado a emigrar de su país de
origen como consecuencia de la guerra civil española.
La importancia de la obra de Santaló se manifiesta por la
transcendencia y el número de sus trabajos originales; sus libros
traducidos a varios idiomas -incluidos el ruso y el chino-; sus
trabajos científicos y artículos de divulgación; sus conferencias
sobre los temas más variados de la Ciencia; su actuación en las
instituciones científicas de nuestro país; por los honores
recibidos: doctor honoris causa de la Universidad Autónoma de
Barcelona, de la Universidad de Sevilla, de la Universidad
Nacional de San Juan, de la Universidad CAECE y de la Universidad
de Buenos Aires. Pero también y especialmente por algunos de los
premios que le fueron concedidos: Premio Nacional de Cultura
(1954), Premio Mibashan (1968) y Premio ``Príncipe de Asturias"
(1983).
A diferencia de las creaciones que sólo valen por su novedad, la
obra de Santaló ha ido creciendo en importancia con el paso del
tiempo. Libros, artículos y enciclopedias del conocimiento
matemático registran su nombre y sus resultados. Por otro lado,
sus numerosos trabajos relacionados con la educación matemática
son muestras palpables de su interés por el desarrollo científico
de su patria adoptiva y su vocación de servicio.
Para presentar algunos datos de la infancia y la juventud de
Santaló nos serviremos de la biografía escrita por Xavier
Durán1 en base a los
recuerdos del mismo Santaló.
Su padre Silvestre Santaló y Pavorell era maestro, en tanto que su
madre Consuelo Sors y Llach se ocupaba de las tareas de la casa y
la crianza de sus siete hijos entre los que, por edad, Don Luis se
ubicaba justamente en el medio.
Luis Santaló hace la escuela primaria en el mismo establecimento
donde su padre era maestro. Los estudios secundarios, que
comenzaban a los diez años, los realiza en el Instituto de
Bachillerato de Gerona, completando ese ciclo en 1927, cuando
contaba 16 años.
Al concluir la escuela secundaria, Santaló se marcha a Madrid para
realizar estudios universitarios, instalándose en la célebre
Residencia de Estudiantes de la Universidad.
Por ese tiempo comienza a debilitarse la dictadura de Primo de
Rivera y se inicia la fase de contracción económica mundial que
provocaría a corto plazo el gran crack de 1929 que se extendió
rápidamente por Europa; lo que fomentaba el clima de efervescencia
intelectual y política que se vivía en la Universidad. Faltaba
poco para que se proclamara la Segunda República, obligando a
exiliarse al Rey Alfonso XIII, lo que va a ocurrir en 1931.
Los estudiantes de la Residencia tenían oportunidad de asistir a
conferencias ofrecidas por las grandes personalidades de la época.
Para darnos una idea mencionaremos algunos nombres: Albert
Einstein, Howard Carter (descubridor de la tumba de Tutankamon),
el historiador Herbert George Wells, Jean Girodoux, Henri
Bergson, Paul Claudel, Marie Curie, Arthur Eddington y Robert
Millikan. Entre los españoles: José Ortega y Gasset, Federico
García Lorca, Blas Cabrera y Gregorio de Marañón. Por la misma
época la Residencia de Estudiantes madrileña alojó a Salvador Dalí
y Luis Buñuel, y era frecuentada por los escritores Ramón Gómez de
La Serna y el ya mencionado García Lorca.
Santaló llega a Madrid pensando en estudiar Ingeniería de Caminos,
lo que puede sonar un tanto extraño a quien no haya oido hablar de
las posibilidades de un joven español de aquella época. ¿No era
acaso Ingeniero de Caminos el ya por entonces famoso matemático y
físico barcelonés Esteban Terradas? Tan grande era la fama de
Terradas que entre los estudiantes españoles circulaba el dicho:
``Dios es todopoderoso, omnisciente e Ingeniero de Caminos".
De tendencia política conservadora, Esteban Terradas, quien fue
profesor en nuestra Universidad Nacional de La Plata entre 1936 y
1941, era en realidad un hombre de vasta cultura y abierto al
progreso, al mismo tiempo que como ingeniero se le encargaban
obras civiles de gran envergadura.
Así fue como Santaló comenzó sus estudios en la Universidad de
Madrid, pensando en llegar a ser Ingeniero de Caminos. Pero la
ley exigía que antes de cursar las asignaturas de Ingeniería, los
estudiantes debían seguir un curso introductorio de Matemática en
la Facultad de Ciencias.
Borges ha escrito que entre los días que componen la vida de un
hombre hay uno fundamental: aquel en que por fin sabe quién es. En
alguno de esos días del curso de Matemática Santaló va a
encontrarse con su vocación y sabrá quién quiere ser.
Es muy probable que en esta decisión haya pesado la elección de su
hermano Marcel, cinco años mayor que Luis, que había seguido los
estudios de matemático y más adelante continuaría su carrera en
Méjico, también como exiliado.
El nivel académico medio en la Facultad de Madrid no era entonces
lo que en nuestro hiperbólico lenguaje nos gusta llamar `de
excelencia'. La relación entre alumnos y profesores en el sistema
universitario de aquellos tiempos -ha recordado el mismo Santaló-
era más bien distante. Otra característica era que casi no había
profesores dedicados exclusivamente a la enseñanza universitaria.
Por tal motivo solían retirarse inmediatamente después de la
clase, lo que hacía difícil cualquier consulta.
Aun consultar libros no era fácil, pues se imponía el temor de que
por el descuido `natural´ de los jóvenes los libros no volvieran a
la Biblioteca; las revistas que contenían los trabajos más
actuales estaban reservadas a los profesores
En resumen, el clima reinante no era el más fecundo que pueda
imaginarse para la investigación científica, ni siquiera para el
estudio serio. Todo lo cual da mayor relieve al mérito de los
buenos profesores. Entre éstos Santaló recuerda a Blas Cabrera,
d'Odón de Buen y Julio Palacios.
Sin embargo en 1931 habría de incorporarse al cuerpo de profesores
de Madrid un matemático todavía joven -contaba 43 años- que a
pesar de su juventud gozaba ya de considerable prestigio, y con el
apoyo de la Junta para la Ampliación de Estudios (una institución
similar a nuestro CONICET) había realizado viajes de formación a
Alemania y había tenido un éxito notable durante sus visitas a la
Argentina en 1917 y 1918: nos referimos a Julio Rey Pastor.
Alentados por los vientos de reforma, un grupo de estudiantes del
curso de Rey Pastor en Buenos Aires había solicitado su
contratación al Decano de la Facultad de Ciencias Exactas, donde
se cursaba la carrera de Ingeniería, que se concretaría recién en
1921 por un período de seis años, después de allanar una larga
serie de obstáculos, como es usual.
A partir de 1928 el contrato de Rey con la Universidad de Buenos
Aires se cambia por una designación como profesor titular
ordinario, alternando sus tareas académicas entre las Universidad
de Madrid y Buenos Aires, según la época del año.
Los lazos que unían a Rey Pastor con la Argentina van a ejercer
una influencia decisiva cuando al finalizar la guerra civil con la
derrota del bando republicano, Santaló comprenda que para evitar
males mayores le conviene alejarse de Europa.
Pero antes de que eso ocurra, Rey Pastor tendrá una primera
oportunidad de ejercer su influencia sobre Santaló. Éste termina
sus estudios de licenciatura en 1934. Contaba 21 años y comienza a
trabajar como profesor interino en un instituto y como profesor
auxiliar en la Universidad.
Como era habitual en esa circunstancia, se prepara para las
célebres oposiciones que le asegurarían una posición estable como
catedrático, con un sueldo razonable. El director del Instituto y
algunos profesores lo alentaban en tal sentido, destacando las
ventajas de dicha posición; pero Rey Pastor y Terradas le hacían
notar al joven Santaló la alarmante mediocridad de ese destino.
Advertidos de su talento matemático le sugirieron que se marchara
a Hamburgo que poseía una buena Universidad y por el tamaño
moderado de la ciudad no le intimidaría tanto como París o Berlín,
las otras posibilidades razonables en aquel tiempo.
Guiado por estos consejos y apoyado por una beca de la Junta para
la Ampliación de Estudios, Santaló decidió continuar sus estudios
en la Universidad de Hamburgo, donde va a permanecer por espacio
de casi dos años.
Por aquel tiempo -1934- el partido nazi en el poder daba muestras
de su temible virulencia: los cuerpos docentes de las
universidades alemanas comienzan a diezmarse por efecto de las
depuraciones raciales o políticas y se inicia el proceso de
retraso cultural y científico de un país que hasta ese momento
figuraba a la vanguardia de la ciencia en el mundo entero.
Sin embargo, en la Universidad de Hamburgo se ingeniaban para
mantener una relativa normalidad de trabajo, simulando acatar las
orientaciones del régimen en materia de trabajo científico.
Tendrán éxito por poco tiempo: el suficiente para que alcancen a
formarse algunos discípulos alemanes y extranjeros, entre ellos
Luis Santaló y Shiing Shen Chern.
Debemos recordar que por desgracia había también excelentes
científicos partidarios fervorosos del nacionalsocialismo: entre
ellos el físico Philipp Lenard -premio Nobel en 1905- y los
matemáticos Ludwig Bieberbach y Oswald Teichmüller, quien llegó al
extremo de hostilizar a algunos de sus propios colegas.
En notorio contraste con la situación política, la ocasión
científica que se presentaba en Hamburgo no podía ser más
favorable para un estudiante de doctorado, pues en ese preciso
momento el geómetra Wilhelm Blaschke estaba desarrollando una
nueva rama de la Geometría que él denominaba Geometría Integral.
Conociendo la preferencia de Santaló por la Geometría, Rey Pastor
le había aconsejado ponerse en contacto con Blaschke, cosa que
hizo tan pronto como llegó a Hamburgo.
Al seminario de Blaschke asistía regularmente un grupo de
estudiantes cuyo número no pasaba de diez pero que compartían con
el maestro su entusiasmo por la nueva disciplina. Santaló supo
aprovechar muy bien la oportunidad que se le presentaba,
convirtiéndose en poco tiempo en un participante activo del
seminario. Las circunstancias del lugar favorecían el contacto con
los profesores; por otro lado las dificultades del idioma
-recuerda Santaló- facilitaban a los estudiantes extranjeros el
aislamiento de la realidad ominosa que envolvía a Europa, pero que
no resultaba tan visible en Hamburgo como en las grandes ciudades
del continente.
Santaló vuelve a Madrid en 1935 con el trabajo que conformaría su
tesis ya publicado en revistas matemáticas de España, Francia y
Alemania y con el bagaje de un tema completamente nuevo. Tanto,
que va a resultar difícil encontrarle un padrino y reunir un
jurado de tesis en España.
En 1936 Santaló alcanza el grado de doctor con calificación
Excelente. La tesis se titulaba Nuevas aplicaciones del concepto
de medida cinética en el plano y en el espacio, y se va a publicar
en 1936 en el volumen 33 de la revista de la Academia de Ciencias
de Madrid.
Pero los acontecimientos académicos no detienen las crisis
políticas: el 18 de julio una importante facción del ejército se
subleva contra el Gobierno de la República iniciando la Guerra
Civil que duraría casi tres años y marcaría los destinos de muchos
españoles de la que algunos llamaron `generación histórica´.
Santaló se encontraba en Madrid y decide regresar a casa de su
familia en Gerona. Lo logrará, pero esta vez el viaje no resultará
tan sencillo:
``Los primeros momentos -recuerda- son de gran confusión. Se oyen
disparos y se producen detenciones en la calle. Hay que desconfiar
de cualquier persona, porque no se sabe con quién se está
hablando. En todo el territorio comienzan a delimitarse los
frentes y se mobiliza la gente, lo que produce grandes
dificultades para el traslado de personas e incluso para enviar
mensajes... Hay movimientos de soldados, zonas que están en poder
de uno o del otro bando. Y cualquier lugar puede cambiar de manos
súbitamente..."
La familia de Santaló era de ideas liberales y federalistas. Tanto
por tradición familiar como por convicción Santaló estaba
comprometido con la República. Sin embargo, para la mayoría de los
ciudadanos la idea de marchar al frente no resultaba para nada
atractiva.
Un funcionario del ministerio de Educación consigue que un grupo
de universitarios sean asignados a tareas técnicas menos
peligrosas. Santaló es asignado a la aviación, y con destino en
la base aeronaval de Los Alcázares, próxima a Cartagena, queda a
las órdenes de un militar científico, Emilio Herrera, considerado
un renovador de la aeronáutica.
`No era un destino peligroso, ni siquiera desagradable'
-recuerda-. La misión de la base eran los vuelos de observación y
estaba dotada de una buena biblioteca sobre temas de aeronáutica,
de la que Santaló supo sacar provecho reuniendo el material para
dos libros que andando el tiempo habrían de publicarse en la
Argentina: Elementos de Aviación e Historia de la Aeronáutica.
Pero a medida que se desarrollaba la contienda las fuerzas de los
sublevados se acercaban y el grupo de aviadores y técnicos que
integraba Santaló debe evitar el riesgo de caer prisionero. Cuando
la actividad de la base se hace insostenible, los comandantes
deciden trasladarla a la Escuela de Aviación Militar de Barcelona.
Santaló tenía en ese momento el grado de Capitán.
Finalmente se decide un nuevo traslado: esta vez a una aldea
-Navata- a 37 kilómetros al norte de Gerona. El grupo debía pasar
por la ciudad, lo que le dió la oportunidad de un breve encuentro
con su familia a la que no volvería a ver por espacio de veinte
años. Nunca volvería a ver a su madre.
El fin de la Guerra no significó la paz, sino la victoria del
bando nacionalista: eran frecuentes las represalias, aun entre los
que no habían participado abiertamente de la lucha.
Tratando de huir de los temibles `juzgamientos', Santaló cruza la
frontera hacia Francia por el camino que bordea la costa, desde
Portbou hacia Cerbere, como lo harían otras 350 mil personas.
Quienes han hecho ese camino en otras circunstancias afirman que
es de una gran belleza ...
Para controlar a los refugiados las autoridades francesas
organizaron con diligencia varios campos de concentración. El
campo de Argeles sur Mer, donde fue conducido Santaló, montado
sobre la playa y acotado por alambradas, era custodiado por tropas
senegalesas y llegó a albergar a más de 70 mil soldados
republicanos que recibían el trato de prisioneros de guerra.
En un descuido de los guardias, en circunstancias que Santaló no
recuerda bien, consigue escapar, recorriendo poco más de una
decena de kilómetros hasta llegar a una población marítima,
Collioure, donde vivía un primo suyo reconocido como cónsul por el
gobierno francés. Desde la casa del primo escribe a Rey Pastor en
la Argentina y a Blaschke en Alemania, explicando su situación.
Blaschke le responde prontamente sugiriéndole que viaje a
Hamburgo, donde hallarían alguna solución, pero la realidad era
que la Alemania de 1939 había dejado de ser un lugar recomendable;
menos aún para un ex combatiente republicano. Por su lado, Rey
Pastor le envía dinero para pagar el pasaje hacia la Argentina,
pero le explica que obtener la visa no sería fácil, porque el
gobierno argentino de aquel tiempo, dominado por una facción
conservadora, se inclinaba subrepticiamente en favor del Eje y del
bando nacionalista en España. Blaschke también le escribe a Elie
Cartan explicándole la crítica situación de Santaló. En respuesta,
Cartan le hace llegar una invitación para dar unas conferencias en
el Instituto Henri Poincaré, en París.
Pero tampoco ese viaje se hará sin sobresaltos: detenido por
carecer de documentación en regla es alojado en una comisaría de
París. Poco más tarde, detrás de las rejas presencia la discusión
airada de un caballero de aspecto distinguido con los policías:
era el mismo Cartan que había acudido a rescatarlo de tan triste
situación. Pero su situación sigue siendo precaria: le ayudan a
encontrar alojamiento, pero le notifican que no puede establecerse
en la ciudad en forma permanente. Sin embargo, presentado como
profesor de la Universidad de Madrid, Santaló da sus conferencias
en el Anfiteatro Darboux del Instituto Poincaré los días 25, 28 y
30 de marzo de 1939.
Volviendo a la realidad de su situación, queda por jugar la carta
argentina, aunque no se sabe cuánto puede demorar.
En este punto debemos destacar la actitud solidaria de Chile y
Méjico, únicos países latinoamericanos que no pusieron ningún
obstáculo al ingreso de los exiliados españoles.
Pero lo bueno de nuestro país es que casi siempre hay alguien que
conoce algún influyente al que pedirle una gauchada. En este caso
dan resultado las gestiones realizadas por Esteban Terradas ante
un obispo. Así Santaló consigue, por fin, la ansiada visa y sin
perder tiempo se dirige al puerto de Burdeos para embarcar rumbo a
la Argentina. Justo a tiempo: el 1 de septiembre Hitler invade
Polonia y dos días después Francia y Gran Bretaña declaran la
guerra al Eje.
Después de una escala no prevista en Dakar, el barco que lo
conduce desde Burdeos llega al puerto de Buenos Aires el 12 de
octubre de 1939. Allí, en el muelle, estaba esperándolo su
compañero de estudios y amigo de siempre, Manuel Balanzat, que
había salido de España por las mismas razones.